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Puerperio, tiempo y espacio sagrado

Actualizado: 20 abr 2020


Durante el embarazo pasamos la gran parte del tiempo pensando en nuestro bebé, disfrutamos de sus movimientos, sentimos la vida dentro de nosotras, visualizamos el futuro con nuestra cría en brazos e idealizamos ese momento. Hay un interés generalizado por prepararse para el parto, el nacimiento del bebé representa para la madre y su pareja la cúspide del recorrido de gestación, la llegada del bebé equivale al climax de este ciclo que tuvo su inicio con el descubrimiento del embarazo. Equivocadamente no vemos más allá y en la mayoría de los casos se ignora o se olvida la siguiente etapa; el puerperio. Otro ciclo femenino importante desde el punto de vista físico y emocional para el binomio madre-bebé y por supuesto para la pareja de la madre que también está buscando su espacio y su tiempo en su nuevo rol para compenetrarse y convertirse en papá.

Después del nacimiento la madre se encuentra en un período transitorio en el cual su cuerpo y psique se están adaptando a las nuevas situaciones. Ibu Robin Lim reconocida partera de Bali afirma en relación al puerperio “Es un momento en el que el alma está completamente abierta” queriendo expresar como la mujer se encuentra vulnerable pero al mismo tiempo sorprendida y orgullosa de su poder como parturienta y extasiada por el contacto con su bebé.


Durante el embarazo, sobre todo en las últimas semanas, hubo un incremento de producción hormonal para lograr así que el cuerpo femenino respondiera efectivamente en el trabajo de expulsión. Pero justo después del parto hay un pico descendente de estas hormonas y con ellas notables cambios físicos y emocionales, evidentes a quienes observan y acompañan a la madre de cerca, la frase comúnmente escuchada para hacer referencia a la nueva actitud de la mujer es “está muy sensible”… mientras que dentro de la misma mujer se mueven sensaciones nuevas y ella suele preguntarse “Por qué me siento así?” y es que durante el puerperio somos distintas, en ocasiones difíciles de reconocer por nosotras mismas. La psicóloga argentina Laura Gutman describe estos episodios de incomprensión de sí misma como “la sombra” que no es más que el inconsciente, esa parte de nuestro cerebro que ha acumulado experiencias de vida que aparentemente “olvidamos” al crecer pero que en realidad están archivadas en esa parte escondida del cerebro, afirma Gutman que justo después del parto “nos encontramos cara a cara con nuestras sombras” y se hace vital el espacio privado para poder vivirlas y afrontarlas sin interrupciones o distracciones, es el momento perfecto para experimentar una transformación positiva y con ello lograr una conexión especial y única con el bebé desde la comprensión y aceptación del propio ser.

En este período se requiere una especial comprensión de parte de quienes rodean a la madre, su familia y amigos más cercanos deben servirle de apoyo ofreciendo ayuda práctica en aquellas tareas que por cuestiones de tiempo y energía la madre no puede atender.

Con el pasar de los años mientras “evolucionamos” como sociedad hemos ido adoptando nuevas conductas en torno a este período que son totalmente contradictorias de frente a las verdaderas necesidades que Madre-bebé requieren.

Generalmente la madre se ve envuelta en situaciones incómodas por la cuales no reclama “por educación”, lo que no ven con claridad quienes están desde afuera es que por educación hay ciertos espacios y tiempos que deberíamos respetar, en realidad lo que requiere la nueva familia es espacio íntimo para crear el nido, para compenetrarse con el nuevo miembro de la familia, que además viene sin manual de instrucciones y requiere de tiempo y privacidad para conocerlo y comprenderlo.

Las verdaderas necesidades humanas mamíferas vitales

La madre recién parida no quiere visitas, ella necesita tiempo a solas con su bebé para conocerse y comprenderse. Ella necesita silencio, está cansada y debe reposar junto a su cría, ellos dos son ahora un binomio inseparable, el bebé ha pasado de su útero a su pecho y es allí a donde ese ser humano pertenece. Se habla de un proceso de exogestación, el dr. Neils Bergman describe este período como la continuidad del desarrollo fuera del útero en el pecho materno, teoría que sustenta y mantiene a través de sus estudios y óptimos resultados obtenidos con tu técnica de madre canguro (KMC).

La madre puérpera no tiene ni tiempo, ni energías para arreglar la casa y servir a terceros, al contrario, ella necesita ser atendida por otros, así que el mejor apoyo que se le puede ofrecer es prepararle un plato de comida caliente, meter la ropa en la lavadora y tenderla, pasar una escoba, cambiar las sábanas… hay infinidades de cosas que con un poquito de sentido común y buena voluntad cualquier persona podría ofrecerle a esa mujer que necesita estar con su bebé.

Por otro lado el bebé que acaba de nacer necesita ser respetado, a esa criaturita no le importa quien vino a verlo ese día, no le interesa que perfume llevan sus observadores, es más, le molesta. El bebé lo que necesita es calor y alimento de su madre y el mejor de los dones que puede recibir es el respeto de ese momento sagrado de enamoramiento que el binomio requiere para instaurar lazos de apego profundos. Ya habrá tiempo para charlar y participar en reuniones sociales por el resto de la vida. Pero éste es un momento que no regresa, la intimidad se crea en el seno de la madre, y es justo después de nacer que esto es posible.

Así pues la mujer puérpera necesita a su alrededor una red de apoyo de personas conscientes que satisfagan estas necesidades, hablar del tema mucho antes del nacimiento ayudará a establecer prioridades y a conseguir el soporte emocional y físico de las personas que estarán dispuestas a brindar la ayuda oportuna que esa madre quiere y necesita.

La invitación es a hablar más sobre el tema, cada mujer sabe lo que quiere y necesita, solo tenemos que aprender a pedirlo, quitarnos el miedo, deshacernos de los tabúes, invitar a otras mamás a compartir sus experiencias y construir puentes que nos permitan cambiar paradigmas obsoletos.

Foto: Maria Eugenia, Diego y la pequeña Maria Paz

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